Hoy entrevistamos a Jessica Milán. Es trabajadora social y ha realizado distintas formaciones en acompañamiento en procesos de duelo.
El proyecto “Pejades d’un adéu” nació para dar un espacio y acompañar en el duelo por la pérdida de un animal.
“La vida es efímera, pero sus días pueden ser inmortales”
(Píndaro)
Aún hoy en día el duelo por un animal es un tema tabú en nuestra sociedad ¿Por qué te interesaste en este tema?
Durante mi infancia, tuve experiencias de muertes de animales cercanas que me hicieron conectar con el dolor y la incomprensión que se siente ante su pérdida. Creo que, a partir de aquellas experiencias, desarrollé sensibilidad hacia la muerte de los animales.

A medida que me hice adulta, hablaba con personas que también habían vivido pérdidas similares y observé que a muchas de ellas se les formaba un nudo en la garganta cuando hablábamos del tema. Comprendí, entonces, que era una situación muy común.
¿Nos puedes explicar un poco qué es el proceso de duelo? ¿Qué fases tiene?
El duelo es un proceso natural ante una muerte o pérdida. Se habla de pérdida y no solo de muerte, ya que no todo son muertes físicas; también son procesos de duelo aquellas situaciones que conlleven una ruptura con alguien o algo con el que teníamos un vínculo emocional.
Hay mucho/as autores y autoras que han desarrollado teorías sobre el proceso del duelo y sus fases: una de las más conocidas es Elisabeth Kübler-Ross, que establece cinco etapas: la negación, la ira, el pacto, la depresión y la aceptación.
A mí me gusta la propuesta de Mónica Cunill, que engloba el duelo en tres fases: la primera de rechazo o incredulidad (cuando nos dan la noticia de una muerte o de una enfermedad), una segunda fase de dolor (cuando reconocemos la pérdida y experimentamos las emociones propias de un duelo) y una tercera y última; de integración y transformación.
A pesar de la vivencia de las diferentes fases, cada persona experimentará su pérdida de manera única, de la misma forma que no hay dos personas iguales. Cómo citan Montse Esquerda y Anna Maria Agustí: “La intensidad del duelo dependerá del tipo de pérdida, de los mecanismos de afrontamiento y del apoyo recibido”.
¿Y cómo es el duelo en caso de pérdida de un animal?
Normalmente, los duelos que tienen mayor reconocimiento y aceptación social son aquellos originados por la muerte de una persona, especialmente pérdidas “precoces” y/o abruptas (accidentes o enfermedades en edades tempranas). No obstante, hay otros duelos que, bien por su impacto emocional o por su incomprensión social, son más difíciles de aceptar, como puede ser la muerte perinatal (muerte de un embrión durante el embarazo) o la muerte de un animal. A estos últimos se les denomina “duelos desautorizados”.
Las personas que compartimos vida con un animal creamos un vínculo muy fuerte. Por ello, podemos vivir su pérdida tan o más intensamente que la muerte de un familiar. No obstante, quién no ha convivido o ha amado a un animal, difícilmente comprenderá el vínculo emocional que puede crearse y, en consecuencia, el proceso de duelo ante su pérdida.

Seguramente todos hemos vivido la muerte de un animal o conocemos a alguien que haya pasado por eso ¿Qué puede ayudar a una persona a superar ese momento tan duro? ¿Cómo podemos ayudar desde fuera?
“Nos enfrentamos sol@s a la muerte.
Pero es esa soledad en la muerte, nuestro lazo común en la vida”
Doctor en Alaska
El duelo es un proceso natural que todo el mundo – en algún momento u otro de la vida – va a experimentar. La dificultad para afrontar este proceso tiene íntima relación en cómo nuestra cultura vive la muerte y las pérdidas. Vivimos en la sociedad del éxito, del triunfo y de la superación y vivimos de espaldas a la tristeza, la decepción y el dolor como parte inherente de la vida. La evitación de las situaciones dolorosas de la vida es romper con el frágil equilibrio entre “vida y muerte”, “tristeza y alegría”, “dolor y placer”, que son, al fin y al cabo, polos que coexisten. La sociedad hedonista -centrada en el principio del placer- en la que estamos inmersos/as nos dificulta afrontar con éxito situaciones dolorosas ineludibles.
Vivimos la muerte con temor y nos aterra sentirnos solo/as ante el propio duelo o sin saber cómo acercarnos a una persona que lo está viviendo. Cada persona vive el duelo de una manera única y personal, por lo tanto, no existe una indicación genérica sobre como acompañar. Es posible que nos dé miedo decir algo “que no toque”, “que le haga llorar” o “que le haga recordar”, cuando, en ese momento, la persona está inmersa en su dolor y necesita vivir y experimentar esas emociones. Lo importante es estar ahí -incluso si a veces es en silencio- y preguntar a la persona qué necesita: esto la hará sentirse reconocida, no juzgada, sabiendo que respetamos su espacio y que puede contar con nosotros/as.
El dolor y la no expresión de nuestras emociones nos aísla. Por eso, no se trata tanto de “qué hacer” sino de permitir y dar un espacio a esa persona dónde se sienta acompañada y escuchada si así lo necesita. A veces, no hace falta nada más.

Un duelo mal afrontado, ¿puede llegar a ser patológico y/o tener consecuencias a largo plazo?
Sí; como cualquier vivencia o duelo no elaborado, puede anclarnos a la situación de manera disfuncional sin transitar las emociones necesarias para vivir la vida de manera sana.
¿Cómo es el duelo y cómo se cierran casos concretos como perros perdidos que nunca llegan a reencontrarse con su familia?
Aquellas pérdidas en las que no podemos ver el cuerpo, es mucho más difícil elaborar el duelo porqué siempre albergamos la esperanza de encontrarlo. No obstante, puede ser sano que, con el tiempo, cerremos el ciclo de alguna manera simbólica para que nos ayude a elaborar el proceso.
En muchas familias conviven niños/as y animales, ¿Cómo afrontar la muerte con ellos y ellas? ¿Cómo podemos explicarles qué es la muerte?
“L’infant que viu en la veritat és capaç d’afrontar la vida: el protegim quan parlem, no quan ho evitem”
Montserrat Esquerda i Anna Mª Agustí
El nen i la mort. Acompanyar els infants i adolescents en la pèrdua d’una persona estimada
Cuando un niño/a vive la pérdida de un animal en la familia, será, probablemente, su primer contacto real con la muerte y esto puede determinar cómo vivirá las pérdidas que tendrá a lo largo de su vida.
Paradójicamente, a medida que más intentamos proteger a las niñas y los niños de la muerte, más lo/as estamos desprotegiendo para afrontar con éxito pérdidas futuras. Por tanto, es esencial hablarles con sinceridad, adaptando nuestro discurso a su edad y madurez. Es muy importante utilizar la palabra muerte y no usar eufemismos como “ha ido de viaje” o “ha ido a vivir a otro lugar”. Esto puede provocarles confusión.

Por último, me gustaría preguntarte ¿Cómo decir adiós cuando tenemos esta oportunidad?
Si tenemos la posibilidad de hacer el acompañamiento durante el proceso final del animal, nos facilitará transitar el duelo. De lo contrario, pueden aparecer sentimientos de culpa con el tiempo. No obstante, hay rituales de despedida que pueden ayudarnos a cerrar el ciclo, si no hemos podido hacerlo con anterioridad: hacer una despedida simbólica en algún lugar especial o vinculado con la vida del animal, escribirle unas palabras o hacer una caja de recuerdos (en la que podemos guardar objetos del animal).
Muchas gracias Jessica, esperamos que tus palabras hayan reconfortado y ayudado a aquellas personas que pasan por ese duro momento en la vida como es la muerte de un animal.
Podéis contactar con Jessica Milán a través del correo petjadesdunadeu@gmail.com
Gracias
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